domingo, 24 de octubre de 2010

Come, reza, ama...

Una de las mejores inversiones que podemos hacer en nuestra vida es, de vez en cuando pararnos a pensar, a meditar el porqué de las cosas que hacemos. Los días se suceden y en nuestra sociedad occidental, consumista y cambiante, no nos da tiempo a analizar porqué vamos tan deprisa para realizar tantas cosas que hemos de sacar adelante.

Si tenemos la suerte y la oportunidad de desaparecer, aunque sea por unas horas, de nuestro pequeño mundanal ruido y podemos dedicar ese tiempo a pensar en lo que de verdad debe importarnos en nuestra vida, habremos ganado en paz y serenidad, y eso no viene nunca nada mal. Puede que esa desaparición sea concretamente, un retiro o unos ejercicios espirituales...

Dejar las cosas del mundo para encontrarnos con Dios, para reencontrarnos con El, para hacer el propósito de querer ser mejores es siempre positivo. Ese planteamiento, ese ponerse las pilas, nos permite coger carrerilla a la hora de estar con los nuestros, de ayudarles, de amarles.

Quizás nos han vendido la moto de que a nivel individual no puedo influir en la sociedad con mi comportamiento, pero eso tan solo es una falsedad, deberíamos de vaciarnos de esos eslóganes machacones y empezar a ponernos manos a la obra.
Es muy conveniente pensar en esas buenas personas que hemos conocido a lo largo de la vida y que nos han precedido en esas luchas, que aunque parezca mentira, han sido las mismas luchas o parecidas a las nuestras.